Título original: Splinter
Año: 2008
Duración: 82 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Toby Wilkins
Guión: Ian Shorr, Kai Barry
Con: Shea Whigham, Jill Wagner, Paulo Costanzo, Rachel Kerbs
Grado: B
Reseña: Hugo C
Antes de comenzar con la reseña de hoy, debo admitir que tengo parcialidad hacia las películas de bajo presupuesto que dan más de lo que uno espera. No por todas las películas de bajo presupuesto, sino por aquellas que se las ingenian para atrapar al espectador con un presupuesto que suele ser menor que el del catering de una película clase A. Seguramente cada uno de ustedes tendrá su ejemplo para comentar –en mi caso, sería El Mariachi (1992), de Robert Rodriguez–, pero por lo pronto creo que Splinter (2008) es una merecida adición a la lista. No, no tiene relación con las Tortugas Ninjas.
La historia se inicia en una típica gasolinera norteamericana a mitad de camino de ninguna parte. El empleado de turno es atacado por un perrito (o un mapache, o un enano disfrazado de Snoopy) y trascartón comienza a contorsionarse en toda suerte de posiciones antinaturales mientras sus huesos se van quebrando hasta que el pobre tipo queda convertido en una especie de origami de carne.
Tras los títulos vemos a una parejita que va de paseo en su camionetita, aparentemente para acampar en el bosque. Por más que parezcan normales, no nos engañemos: entre los dos no suman una neurona. Tanto es así que no pueden armar la carpita y terminan volviendo a la camioneta y dirigiéndose al pueblo para pasar la noche en alguna hostería tan anónima como los actores que interpretan a la parejita.
Sin embargo, Tonta y Retonto nunca llegan al pueblo ya que son interceptados por una pareja de criminales –o mejor dicho, por un criminal y su novia– que planean escaparse a México para ver viejas películas de Cantinflas o visitar la tumba de Chespirito. El criminal es nada menos que Shea Whigham, un actor secundario que hemos visto en innumerables series y telefilmes, siempre haciendo de criminal empedernido que termina mal. (Adivinen cómo termina en esta película.) Su novia –en la película, que yo a la de la vida real no la conozco– se parece a Kaley Cuoco sin maquillaje luego de haber pasado dos semanas sin dormir, y su actitud en general es la de quien ya está cansada de la vida, o al menos, de los papeles secundarios en los que sólo le toca decir "la mesa está servida".
Así que ahora van los cuatro en la camionetita rumbo a México, cuando ¡PUMBA! la camioneta le pasa por encima a otro animalito infectado que de puro resentido les pincha el neumático. La tonta se detiene a cambiarlo mientras la novia del criminal y el tonto de capirote bajan a ver si pueden salvarle la vida al batracio, que sigue sacudiéndose a pesar de haber quedado más chato que una moneda. La novia del criminal se espanta y todos parten raudamente hacia la siguiente escena.
El grupo de alegres viajeros se detiene en la gasolinera –que es la misma del principio de la película, que esto no es una película de James Bond y no vamos a andar cambiando de escenario todo el tiempo– para cargar combustible y para que la novia del criminal desagote sus riñones. El retonto le pone gasolina a la camionetita mientras su novia Polly –sí, se llama igual que la de Ben Stiller en esa película con Jennifer Aniston– entra a comprar unas cositas y la otra novia –la del criminal– entra al baño y se encuentra con el cadáver del empleado, quien en un rapto de originalidad, la persigue y la mata.
Al rato, como quien no quiere la cosa, la tipa vuelve a la vida –si es que eso es vida– y ataca a los otros tres, que se refugian dentro de la gasolinera, y cierran la puerta con tanta prisa que no le dan tiempo de quitar la mano y se la cortan, como San Pedro en ese cantito infantil. La mano comienza a moverse sola, como la que tenían los locos Addams, y todos corren de acá para allá.
Eventualmente el tontolculo –a quien aún le faltan dos materias para recibirse de tarado profesional– formula la teoría de que se trata de un organismo parasitario que blah, blah, blah… Afortunadamente nadie le hace caso y lo hacen callar antes de que nos ponga a dormir a todos.
Al rato llegan las fuerzas del orden, o mejor dicho, llega la comisario (¿comisaria?) del lugar, que no tarda en probarse absolutamente incompetente y es partida en dos como un chocolatín Dos Corazones. (Ojo, la parten en dos, no en cuatro, que no es esa clase de película.)
Es así que con el lamentable fallecimiento de la señora comisaria llegamos a la mitad de la película, o sea que nos aguardan aún unos 40 minutos con tres actores en un decorado único, o casi. Y sin embargo la película entretiene, y uno la pasa bien. ¿Conté que el malandra se clavó una astillita al tocar el neumático y también está infectado? ¿Y que no muere inmediatamente como los otros porque así es la película? Bueno, eso. Además, al momento de estrenarse la película el Sr. Roberto Gómez Bolaños aún estaba vivo.
Y eso es to-to-todo amigos, hasta aquí llegó mi amor y no les cuento más por si a lo mejor les interesa verla. Ya sé que está hecha con dos pesos, y que el elenco se puede enumerar con los dedos de una mano y que de esos cinco actores, a cuatro no los conocen ni sus padres, pero sin embargo, está bien dirigida, los efectos son decentes, las actuaciones también y el guioncito es tan aceitado que ni te das cuenta y ya se terminó la peli. Si la pueden ver, véanla, que no será profunda ni emotiva, pero al menos entretiene mucho más que una candidata al Oscar.
En España se la conoce como Parásito asesino y en Latinoamérica se la rebautizó como Está dentro de ti.
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