Título original: Lupin. Dans l'ombre de Arsène
Año: 2021
País: Francia
Cadena original: Netflix
Dirección: Louis Leterrier, Ludovic Bernard, Marcela Said
Con: Omar Sy, Ludivine Sagnier, Clotilde Hesme, Vincent Londez
Reseña: Hugo C
¡SPOILERS! Quedan advertidos.
Lo primero que pienso tras haber visto esta miniserie es: qué suerte tuvo el protagonista de que el libro que le regaló su padre antes de suicidarse haya sido una novela usada de Maurice Leblanc. ¿Qué hubiera sucedido si le hubiese regalado las memorias de Carlitos Balá? Seguramente se hubiese pasado el resto de su vida diciendo "eapepé" y paseando a un perrito invisible.
Resumiendo lo que va de la miniserie: un inmigrante senegalés es acusado de un robo y muere en la cárcel. Su hijo lee un libro acerca de un ladrón de ficción que le regaló su padre. El hijo, creyendo que el padre era un ladrón, decide seguir sus pasos y se hace ladrón usando al personaje de ficción como modelo a seguir. Eventualmente, el hijo descubre que el padre después de todo, no era ladrón, pero él continúa siendo ladrón. ¿Moraleja? El mejor amigo, un libro. El mejor libro, un Sopena.
Tal vez haya quien se confunda y piense que esta miniserie es acerca de Arsène Lupin, el personaje creado por Maurice Leblanc. No, y ni siquiera es sobre un tipo que lee un libro de Arsène Lupín y decide adoptar su modus operandi, aunque sí, es lo que hace Omar Sy a lo largo de estos cinco episodios, con un desparpajo tal que a mis ojos lo convierte en el Idris Elba francés.
Por otro lado, esta serie también podría haber sido acerca de un señor que vende lupines en Mar del Plata. Pequeño interludio culinario:
El lupín es una especie de poroto de color amarillo, también llamado chocho, altramuz o lupino. Comerlos crudos no es bueno para la salud, pero se los puede preparar de forma fácil y sencilla:
- Lavamos los lupines y los dejamos en remojo en abundante agua durante al menos 12 horitas, si es por la noche, mejor.
- A la mañana siguiente les cambiamos el agua, agregamos sal y los ponemos a hervir.
- Los cocinamos a fuego lento por una hora. Dejamos que se enfríen y los escurrimos.
- Dejamos los lupines en salmuera durante un día. (Salmuera: una cucharada de sal gruesa por cada litro de agua.)
- Al otro día les cambiamos la salmuera, los dejamos otro día, y así vamos repitiendo la operación durante los siguientes cuatro o cinco días.
- Ni bien hayan perdido su sabor amargo, envasamos los lupines en salmuera en un tarrito de vidrio o similar y los conservamos en la heladera hasta el momento de consumirlos.
Uno se engaña porque el título es "LUPIN", con letras enormes que ocupan media pantalla, y el subtítulo, con letras infinitesimalmente pequeñas, es "a la sombra de Arsène". En realidad esta miniserie nos cuenta la historia de un hijo que busca limpiar el nombre de su padre, quien se quitó la vida en la cárcel, acusado de un crimen que no cometió. La palabra clave aquí es "limpiar". Tal vez sea por eso que las primeras imágenes del primer episodio nos lo muestran como parte del equipo de limpieza que le pasa el plumero a los cachivaches del Museo del Louvre.
Pero no, esto forma parte de un plan de "Lupín" para robarse un collar que fue de María Antonieta, quien tras su paso por la guillotina seguramente ya no lo necesitó más. Aquí es donde comienza la serie, in medias res, que no tiene nada que ver con las vacas sino que significa que comenzamos con la película ya empezada.
El collar pasó a manos de la familia Pellegrini hasta que se lo robó el padre de "Lupín". O mejor dicho, hasta que le hicieron la cama al padre de "Lupín" para que cargara con la culpa del robo. De todos modos, ese collar me parece muy genérico, muy de serie de TV. A menos que me muestren la boleta de la casa de empeño firmada por María Antonieta yo no les creo nada.
Lo importante acá es que si uno mira el collar de cerca por algún motivo equis se demuestra que el finado era inocente. Pero esto "Lúpin" no lo sabe sino hasta pasados los primeros 40 minutos del primer episodio, hasta que efectivamente se hace del collar y se lo lleva a un cómplice, que lo mira de cerca y dice: "¡Oh! Por algún motivo equis este collar demuestra que tu padre era inocente".
"Lupín" queda huérfano a los 14 años y se autoeduca para ser un ladrón mejor que su padre, porque, ojo al piojo, él cree que su padre era un ladrón, y sólo cuando tiene el collar en sus manos es cuando sospecha que las cosas tal vez no han sido como se las han contado. Y de acá en más, a su manera, pasa de ladrón a detective. O mejor dicho, sigue siendo ladrón, pero aplica sus técnicas de ingeniería social para poner en evidencia al verdadero culpable del robo del collar en 1995.
Pero ojo, en cuanto al robo del collar en 2020, es todo obra suya. "Lupín" es un ladrón de tomo y lomo, un amigo de lo ajeno muy inteligente... que ahora descubre que su padre, que sin saberlo lo inspiró para abrazar esta vida de latrocinio, era un tipo honesto. Qué mala pata, de haberse enterado antes, tal vez hubiese estudiado para operador de PC, graboperfoverificador o incluso tradumaquetador y de paso le hubiese ahorrado disgustos a la policía.
Y bueno, ésa es la historia. Ya la vimos antes, en infinidad de variaciones, así que nadie se va a desmayar de espanto ante tanta innovación –que no la hay– pero está bien dirigida y mejor actuada. Al único que conozco del reparto es a Omar Sy, y eso porque lo vi en esa película en la que tiene que cuidar a un cuadripléjico y se hacen amigos. Menos mal que el cuadripléjico acá no aparece, porque "Lupín" seguramente le hubiera robado la silla de ruedas.
Y ahora la parte de atrevido comentario social de esta reseña. Más allá de los detalles, esta miniserie vendría a ser una puesta al día de los relatos de Maurice Leblanc. Donde Arsène Lupin te enviaba un mensaje atando un trozo de papel a una piedra, este "Lupín" te lo envía usando un dron. Pero más importante, le cambia la raza al protagonista, posiblemente en aras de la "diversidad" que hoy está tan de moda. O tal vez siempre fue negro, aunque no creo que ese detalle se le hubiese escapado a Leblanc. La única descripción que dejó Leblanc es que Lupin era capaz de cambiar su apariencia y mezclarse con el ambiente, así que de entrada uno asume que se trata de un hombre blanco y más bien anodino, pero bien pudo haber sido chino, negro, piel roja o incluso albino. ¿Habrá saltado ya algún militante de esos que siempre están a favor o en contra de algo, a quejarse de que lo hayan puesto a Omar Sy a hacer de ladrón? Porque, según de que lado de la cama se levante uno hoy, pueden llegar a ver esta miniserie como un refuerzo del estereotipo racista tan popular entre la gente de bien:
- ¿Ves? Estos senegaleses son todos iguales, les das trabajo y te roban hasta la camisa.
- Nada que ver, el padre era inocente.
- Sí, pero el hijo entró a trabajar en el museo y a los pocos días se había alzado con el collar de María Antonieta.
Ah, estos simpáticos racistas... Mejor lo hubiesen puesto a Gérard Depardieu. Aunque por otra parte, no creo que se pueda tomar como racismo, ya que lo pintan a "Lupín" como un tipo inteligente. Auspicia el siguiente silogismo La Casa del Sofista:
a. "Lupín" es inteligente.
b. "Lupín" es un ladrón.
c. Lo inteligente es ser ladrón. ¡Apareció la moraleja!
En fin, cosas que me llamaron la atención:
- Lo fácil que es conseguir trabajo en el Museo del Louvre.
- El corte de pelo (?) del hijo de "Lupín". No desentonaría en la formación de los Harlem Globetrotters de 1972.
- El hecho de que, por más que se disfrace de viejo o de nerd, o se ponga un gorrito, "Lupín" sigue siendo un señor grandote de más de 1.90 m de altura y fácilmente identificable, aunque, por supuesto, lo mismo pasa con Clark Kent y nadie se ha dado cuenta en más de 80 años.
Hay una segunda tanda de cinco episodios que Netflix emitirá en algún momento, tal vez bajo el eslogan: "Omar Sy, otro no". Posiblemente la vea, aunque más no sea para saber si los malandras le cortan el pelo al niño o qué ha sido de la vida del cuadripléjico. (Incluso puede ser que haya sido él quien se llevó al niño a cortar el pelo.) Lo más probable es que el décimo capítulo termine con "Lupín", ahora interpretado por Gérard Depardieu, despertándose en su cama abrazado a un peluche y diciendo:
- ¡Oh! ¡Todo ha sido un sueño!
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