Título original: Dr. No
Año: 1962
Duración: 109 min.
País: Reino Unido
Dirección: Terence Young
Guión: Richard Maibaum, Johanna Harwood
Con: Sean Connery, Joseph Wiseman, Ursula Andress, Jack Lord
Grado: B
Reseña: Hugo C
Introducción
Una de las cosas que ha traído consigo la pandemia ha sido la (nueva) postergación del estreno de la película No. 25 de la serie de las aventuras de James Bond. O la No. 27, si contamos entre ellas a Casino Royale (1967) y Never Say Never Again (1983), que están fuera de las cuarenta del mazo. Como sea, No Time to Die iba a estrenarse en abril de 2020, la pasaron para noviembre y ahora resulta que con suerte y viento a favor va a estar en las salas cinematográficas para abril de 2021, si es que para ese entonces aún queda alguna en pie. Por lo tanto me dije, ¿y si hago una retrospectiva (en algunos casos, despectiva) de las películas de 007? A estas alturas, quien más, quien menos, ya se las ha visto todas o tiene los DVDs juntando polvo en un rincón de su mazmorra, así que trataré de evitar lo más obvio y me limitaré a un brevísimo repaso de cada película, comenzando con Dr. No (1962), conocida en Latinoamérica como El satánico Dr. No y como Agente 007 contra el Dr. No en España.
La idea detrás de esta serie de reseñas es refrescarle la memoria al abuelito y poner al nietito en una condición de mínimo conocimiento como para que tanto uno como otro sepan (o recuerden) cuál de todas las películas es aquella con el enano, en cuál aparece el auto submarino, en cuál está el coreano que lanza el sombrero y en cuál 007 se disfraza de japonés o de payaso. No se trata de escribir un meticuloso tratado sobre el tema –que ya se han escrito muchos y a cuál mejor, y en todo caso tampoco tendría sentido intentar rivalizar con la IMDb o con Wikipedia– o de determinar quién ha sido o es el mejor Bond o cuál es la mejor película –para eso, si quieren, están los comentarios–, sino de orientar al amable público lector para que no se ensarte viendo algo que tal vez no sea de su agrado.
La historia comienza con un señor llamado Ian Fleming, espía jubilado que un día toma la máquina de escribir y escribe una novela protagonizada por un agente del MI6 con licencia para matar. Buscando el nombre más llano y aburrido posible, decide utilizar el del autor de un libro de ornitología. El libro se llama Pájaros de las Indias Orientales y su autor es un tal Bond, James Bond. La novela es Casino Royale y se publica en 1953. A esa novela le siguen otras y la serie va teniendo un moderado éxito, que se dispara cuando en una entrevista el entonces presidente Kennedy menciona que siempre tiene una de las novelas de Fleming en su mesa de luz.
Un par de productores decide comprar los derechos de la serie de Fleming para llevarla al cine. Es así que en 1961 Albert R. Broccoli y Harry Saltzman hacen una vaquita y fundan EON Productions. EON es el acrónimo de everything or nothing, "todo o nada", un nombre más que adecuado ya que se estaban jugando hasta el último centavo. Y ya que estamos con el inglés, ¿sabían que "vaquita" en inglés se dice kitty? No hablo del animal que nos provee de leche sino del pozo común, cuando dos personas juntan una moneda para comprar algo. O sea que cuando los angloparlantes hacen una vaca, en realidad hacen un gatito. ¿En qué estábamos? Ah, sí. EON adquiere los derechos de todas las novelas –excepto la primera– y Broccoli y Saltzman llegan a un acuerdo con United Artists y es así como nace Dr. No, la película que gran parte del mundo hispanohablante conoce con el título de El satánico Dr. No, sin duda para evitar confundirlo con el otro Dr. No, el que tiene un consultorio odontológico y tal vez sea un poco sádico pero de ningún modo satánico. Se estrenó en octubre de 1962 y el presupuesto total, incluyendo los salarios, las locaciones, los extras y los alfajores del catering, fue de poco más de un millón de dólares, una bagatela. Y está bien, porque no nos engañemos, Dr. No es una película clase B, o, mejor dicho, dos películas en una: un misterio policial y una historia de ciencia ficción, una a continuación de la otra.
El satánico Dr. No, o ¿Dónde hay un mango, viejo Bond?
La trama, al igual que en la novela original, es al principio una sencilla intriga policial: el jefe de la estación K y su secretaria desaparecen y el MI6 envía a 007 –un 007 jovencísimo, Sean Connery con apenas 31 añitos, casi un feto– a investigar. ¿Por qué mandan a un agente de elite a un encargo tan menor? La clave está en la novela, que no es sino la continuación de From Russia with Love, en la que Bond casi muere a manos de Rosa Klebb. La pistola se le traba y la rusa aprovecha para envenenarlo. Por eso al comienzo de Dr. No su jefe (M) le ordena a Bond que le entregue su Beretta al armero (Q) para que se la cambie por una Walther PPK. Esa escena se repite en la película, pero sin las implicaciones de la novela. ¿Y por qué lo envían a Jamaica? Por dos razones: una, para que se termine de recuperar, ya que Bond aún no termina de reponerse del envenenamiento, y dos, porque M ahora duda de la capacidad de 007 para llevar a cabo misiones tan importantes como la que casi le cuesta la vida. Pero bueno, eso es en el libro, no en la película.
Así que Bond va a Jamaica a investigar la desaparición de un tipo que muy posiblemente se haya fugado con su secretaria. Si no fuera porque Bond es un agente del MI6, bien podría tratarse de una historia de Ross Macdonald. Claro que a mitad de la película el caldo se espesa y entra en escena el villano epónimo con su plan para frustrar los lanzamientos desde Cabo Cañaveral y entramos en la segunda mitad de la cinta, ya con un esquema más similar al de las películas de Bond tradicionales. Pero no olvidemos que es la primera y por lo tanto dicha tradición aún no existe.
De esta manera es que Dr. No tiene lo que hoy calificaríamos de rarezas: James Bond canta una canción acerca de un árbol de mango, usa sombrero y mata a quemarropa a un enemigo desarmado. Y si bien ya aparecen Bernard Lee como M y Lois Maxwell como Moneypenny, Q (el armero) es interpretado por un actor diferente de aquel con el que todos estamos familiarizados. ¿Ya dije que James Bond canta? Pues sí.
En esta etapa fundacional hay aún muchas cosas que no cuajan del todo. Los títulos son de Maurice Binder pero no se parecen a aquellos a los que estamos acostumbrados; ésos vendrán a partir de la segunda película. 007 usa sombrero en la secuencia del barril, e incluso lo hace sin gracia, parece que tropezara al disparar a cámara. Los autos son de desguace y se nota demasiado que no es Connery quien conduce. La base del villano parece sacada del plató de una serie de TV de bajo presupuesto. Toda la película por momentos parece escapada de la década del 40. No hay gadgets, ésos también harán su aparición en la próxima película. La banda de sonido se limita a la repetición de los mismos dos o tres compases del "tema de James Bond" cada pocos minutos. Créanme que no exagero: es el mismo disquito, la misma grabación, vez tras vez tras vez.
Pero, y éste es un gran pero, tenemos a Sean Connery, un actor que es creíble en todo tipo de escenas. Puede ser seductor, puede ser amenazante, puede ser simpático. Y no sólo tenemos un Bond creíble, sino que tenemos la violencia, el humor ácido, la música pegadiza, las chicas bonitas y la intriga que caracterizaría a la serie. Redondeamos con Jack Lord como la primera encarnación de Felix Leiter y el canadiense Joseph Wiseman como el villano que le da título a la película, un oriental con manos ortopédicas. Y cuando digo "oriental" no quiero decir uruguayo, sino chino. En la novela, Julius No es hijo de un misionero metodista alemán y una muchacha china, pero Wiseman poco tiene de chino. Sin embargo, ya iremos viendo que en las primeras películas de la serie la raza es algo flexible, tan flexible que más adelante lo veremos al mismísimo Bond disfrazado de japonés. Aún así, estos elementos bastaron para que Dr. No no sólo recuperase su costo en taquilla sino lo multiplicara por seis. Broccoli y Saltzman habían recuperado su inversión con creces y aún contaban con casi media docena de novelas de Fleming por adaptar. Por lo tanto, James Bond regresaría en From Russia with Love (1963).
Próximamente: Desde Rusia con amor, o El amor antes de Tinder
Publicar un comentario
Publicar un comentario