Título original: Greenland
Título en español: El día del fin del mundo
Año: 2020
Duración: 119 minutos
País: Estados Unidos
Dirección: Ric Roman Waugh
Guión: Chris Sparling
Con: Gerard Butler, Morena Baccarin, Scott Glenn
Grado: B
Reseña: Hugo C
Hace un par de minutos terminé de ver Greenland (2020) y ya estoy aporreando el teclado. Más allá del aviso de que si siguen leyendo pueden toparse con uno o dos SPOILERS –que de todos modos no sorprenderán a nadie–, esta reseña viene con dos disclaimers. El primero: me gustan las películas de cine catástrofe, así que de vez en cuando me clavo una, en especial cuando el tiempo está feo y no se puede salir de casa.
He visto repetidas veces The Towering Inferno (1975), Poseidon's Adventure (1972), Airport 1975 (1974), The Day After Tomorrow (2003) y otras tantas. Si bien evito las malas copias de bajo presupuesto –o sea, los mockbusters– y trato de limitarme a las producciones con directores o actores de comprobada trayectoria, aún así, de vez en cuando me toca ver algún bodrio infumable como, por ejemplo, San Andreas (2015) o Geostorm (2019), pero bueno, esto viene a cuento ya que al tratarse de uno de mis géneros favoritos suelo tener más tolerancia que el común de los mortales, así que en estos casos lo que para mí es una B, para alguien más desapasionado puede ser una B- o incluso una C.
Segundo disclaimer: Gerard Butler es, para mí, uno de esos actores que suman. Una película inferior, merecedora de una C si la protagoniza un Juan de los Palotes, posiblemente se termine llevando una B si Butler se la carga al hombro. No siempre es así, pero la cosa por lo general repunta un poco si el tipo hace uno de esos papeles de hombre de la calle sencillo y buenazo, a menos que lo aten de pies y manos con un guión absurdo como el de Geostorm. Si bien se supone que toda reseña es subjetiva, cuento esto para señalar que Greenland (2020) corre con ventaja en la comparación con otras películas debido a su género y a quien la protagoniza. Quedan advertidos.
Es un día como cualquier otro en la bonita ciudad de Atlanta y Gerard Butler es un ingeniero que trabaja en la construcción de un edificio. Hay que creérselo porque el tipo usa uno de esos cascos amarillos y revolea unos planos y se queja porque aún no está listo el cemento, y eso basta para que uno vea que en esta película no es un agente del Servicio Secreto ni nada parecido. No señor, qué va, esta vez es sólo un hombre de la calle sencillo y buenazo que tiene un hijito que es diabético y está casado con la novia de Deadpool (!). Entretanto, un cometa llamado Clarke está a punto de pasar cerca de la Tierra y se vaticina que algún pedacito pueda caer en el océano, cerca de las Bermudas. Nadie le da demasiada importancia a la noticia, pero el astuto espectador que ya haya visto Armageddon (1998), Sudden Impact (1997) o incluso Meteor (1979) ya se imagina cómo viene barajada la cosa.
Y sin embargo… no es tan así. Sí, sí, el pedacito –que tiene el tamaño de un estadio de fútbol con estacionamiento incluido– termina cayendo sobre Florida y el Ratón Mickey y demás muñecos terminan sepultados por los escombros, y caen más pedacitos y los científicos estiman seguirán cayendo hasta casi el final de la película, o sea que se termina el mundo, se termina, al menos para el 80 por ciento de los seres vivos. Pero, atención amigos, que a diferencia de otras películas similares, Greenland se centra no tanto en el espectáculo de las ciudades ardiendo y demás, sino más que nada en esa familia de tres integrantes con una pareja que durante el camino se separa y se vuelve a juntar –literal y figurativamente– y nos hace acompañarlos hasta el final, querramos o no.
Todo esto sucede ni bien comienza la película y Butler, su hijito y la novia de Deadpool reciben una comunicación del gobierno en el que se les ordena ir al aeropuerto militar más cercano para ser evacuados. Por supuesto que todos los planes terminan yéndose al cuerno ya que no hemos llegado ni a los 30 minutos de película. Siguen cayendo meteoritos, pero lo más interesante es la gente con la que se van cruzando y los inesperados actos de egoísmo o de bondad que van teniendo lugar. Durante el camino se les suma el suegro, otro hombre de la calle sencillo y buenazo, pero con unas probabilidades de supervivencia similares a las del abuelito de Little Miss Sunshine (2006).
Más allá de lo que acabo de señalar, la película es previsible como pocas. Los efectos especiales están bien, aunque se limitan por lo general a alguna que otra explosión, un poco de CGI visto por TV y poco más. Tan poco importan los efectos que Greenland bien hubiera podido ser una obra de teatro. Y si bien termina con el mismo final que 2012 (2009), es un poquitín menos improbable como esa película. Apenas, con el hilo en una pata. Si en los créditos finales sólo pusieran a los que se salvan, creo que no excedería los tres renglones. Así como en una película de James Bond no es negocio ser espía (ya sea en uno u otro bando), en esta película no conviene ser vecino o amigo o pariente o estar cerca de los protagonistas. Ni pilotear un avión que los lleve a bordo. En fin. Por una vez estaría bueno que al final abrieran la puerta de la nave o el refugio o lo que sea y apareciera una jauría de perritos salvajes y se los masticase a todos. Pero no, otra vez será.
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